Era un hipopótamo que siempre se quejaba de estar enfermo, no obstante que siempre se lo veía saludable, cerca del agua, el barro y el sol.
El hipopótamo visitaba con frecuencia al médico. En la primera consulta el médico le dijo que no tenía nada, pero el descomunal paciente montó en cólera y poco faltó para que lo lanzara por la ventana del consultorio.
Por esa razón, de ahí en adelante, el galeno lo auscultaba, le diagnosticaba una enfermedad terminada en itis y otra en osis, le recetaba píldoras de diversos colores y le cobraba la consulta. El hipopótamo pagaba contento las consultas y más contento se tomaba las píldoras.
Al otro día decía: ¡Estoy curado!, hasta que unos días después se sentía enfermo de nuevo.
El hipopótamo vivió toda su vida "enfermo", y proclamando hacia si mismo enfermedades incluso desconocidas para los doctores. Luego de unos años, murió.
Moraleja: Lo que pensamos y declaramos para nuestras vidas es lo que tendremos. Si piensas y predicas cosas positivas, atraerás cosas buenas, y viceversa.
El hipopótamo visitaba con frecuencia al médico. En la primera consulta el médico le dijo que no tenía nada, pero el descomunal paciente montó en cólera y poco faltó para que lo lanzara por la ventana del consultorio.
Por esa razón, de ahí en adelante, el galeno lo auscultaba, le diagnosticaba una enfermedad terminada en itis y otra en osis, le recetaba píldoras de diversos colores y le cobraba la consulta. El hipopótamo pagaba contento las consultas y más contento se tomaba las píldoras.
Al otro día decía: ¡Estoy curado!, hasta que unos días después se sentía enfermo de nuevo.
El hipopótamo vivió toda su vida "enfermo", y proclamando hacia si mismo enfermedades incluso desconocidas para los doctores. Luego de unos años, murió.
Moraleja: Lo que pensamos y declaramos para nuestras vidas es lo que tendremos. Si piensas y predicas cosas positivas, atraerás cosas buenas, y viceversa.
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